La mayoría de la gente sólo se fija en lo obvio.
El color. La silueta. La primera impresión.
Pero la magia reside en lo que nadie menciona. El acabado de la costura en la parte inferior. El peso de la tela. La elección de materiales naturales, incluso cuando los sintéticos serían más económicos. El número de puntadas que nadie verá, pero tu perro sentirá.
Ahí es donde reside la verdadera artesanía.
En un mundo obsesionado con el lujo visible: logotipos, etiquetas, cosas que se pueden fotografiar, hay algo radical en hacer algo bello que la mayoría de la gente nunca apreciará por completo.
Pero tu perro lo hará. Y tú lo sabrás.
Y eso es suficiente.
Porque no lo haces para que te elogien. Lo haces porque la alternativa: recortar gastos en algo que afecta a un ser vivo, no es una opción.
Esa es la diferencia entre una marca y una artesanía.
Uno busca la aprobación. El otro busca la integridad.
Elegimos el segundo desde el primer día.